37 Foro Internacional de Cine de la Cineteca Nacional
ENRIQUE Zamorano / GRUPO Informativo La Voz De Tantoyuca
Canción de cuna para el misterio trágico (Hele sa hiwagang hapis, Filipinas-Singapur, 2016) de Lav Díaz.
Entonces, el cronista-crítico salió perplejo, después de ver un río de imágenes (488 minutos de duración), bello en toda su longitud, en el que aprendió, entro otras muchas cosas, que el arte busca la libertad. Un río de imágenes con densos diálogos, en tagalo, español e inglés, sobre la filosofía de la vida, sobre el patriotismo, sobre el ser y la conciencia social, ante la necesidad de luchar por la independencia y la libertad. En resumen, se lee en la presentación para la prensa y el público que se atreva a verla: “La vasta exploración cinematográfica de Lav Díaz reflexiona sobre el papel de la cultura y el desarrollo artístico en torno a la ruptura de un conflicto bélico”, es decir, la guerra revolucionaria vencida, en un principio, de un puñado de idealista patriotas filipinos contra el colonialismo español. A esas ocho horas y 8 minutos, no se le debe quitar ni añadir nada. Seríamos unos montajistas-censores, reduciendo o ampliando una obra con tan bella fotografía en blanco y negro y su concepción sobre la miseria humana que nos hace sentir que el tiempo no pasa, con esos encuadres que reflejan la misma vida y su real misterio, de ahí su título, y en donde se recita una poesía sobre la patria, en tagalo y español, que llega a lo más profundo del alma.
Dada su longitud, se comenta: “La revolución filipina de 1896 en contra del gobierno español es analizada por Lav Diaz en un monumental fresco fílmico que se centra principalmente en dos vertientes: por un lado, el vínculo que une al rico y traidor Simeon con el poeta y activista Isagani, personajes de ficción creados por el escritor José Rizal; y por el otro, la búsqueda exhaustiva de Gregoria de Jesús para hallar el rastro del padre de la lucha, Andrés Bonifacio. Con una duración de ocho horas, esta pausada cinta reflexiona sobre la distinción de clases, la religión y la lucha revolucionaria desde una visión crítica; todo sin renunciar a la mitología de dicho país, que el realizador plasma en la figura del Tikbalang”.
“El núcleo de la intención de Lav Diaz con su filme más personal hasta la fecha está inequívocamente atado a la idea de emancipar el espíritu de su tierra natal a través del arte. Para ponerse aún más poético al respecto, uno podría llevarlo más lejos y decir que se trata de liberar ese concepto abstracto, inefable, que llamamos ‘alma’ de la condición humana” (Nikola Grozdanovic, IndieWire, 2016).